Esta obra representa la majestuosidad de la Catedral de Porto Maurizio en Imperia, pintada con colores acrílicos sobre lienzo. La escena destaca la belleza de la fachada de la catedral, con sus detalles arquitectónicos y decorativos. Dos campanarios a ambos lados de la fachada delimitan la composición, enmarcando la vista de la propia catedral. La técnica de pintura acrílica utilizada crea un efecto de luminosidad y profundidad en la escena, en la que se funden la luz del atardecer y la tonalidad del cielo nocturno. La luz del atardecer ilumina la escena, tiñendo el cielo de un cálido naranja que se mezcla con el azul de la noche. La atmósfera serena y evocadora de la escena invita al espectador a reflexionar sobre el valor de la belleza combinada con la espiritualidad.